miércoles, 25 de noviembre de 2009

Toxicidad



Al viajar dentro de mí mismo, por los espacios siderales que se extienden entre el tejido subatómico de mi organismo, debo reducir infinitillonésimalmente mi escala del tiempo, ya que cada segundo de mi dimensión normal equivale a billones de eones en ese mundo submicroscópico. Puedo pasar miles, cientos de miles de años explorando las infrarregiones de mí mismo y mientras tanto, en mi propia dimensión, sólo habrá pasado una fracción de segundo. De esta manera, he descubierto en mis huesos un universo de lentos mundos blancos y de astros muy dispersos en mi cerebro; abundan los planetas de atmósferas corrosivas en mi sistema digestivo, cometas de fuego surcan mi sangre, y mis anticuerpos son como gigantescos agujeros negros que devoran galaxias. Ninguno de estos mundos está habitado ni es habitable. Soy un sistema tóxico.


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