“La oportunidad es algo que la mayor parte de la gente pierde porque ella va vestida de overol y se parece al trabajo” - Thomas Alva Edioson (1847 - 1931), inventor estadounidense.
Nunca imaginé que fuera meterme con la política colombiana más que para criticar negativamente a sus representantes, pero aquí voy: en las próximas elecciones presidenciales, hay que salir a la calle para votar masivamente por Antanas Mockus.
La inteligencia, la decencia, la pedagogía ciudadana, la sensibilidad social y una admirable eficiencia y honradez en la administración de los recursos públicos son algunas de las virtudes que este descendiente de inmigrantes lituanos ha demostrado poseer.
Así como ha demostrado no padecer los peores vicios de nuestra clase política: el clientelismo, el caciquismo, el amiguismo, la corrupción, la prepotencia autoritaria y unas ansias desaforadas de llenarse los bolsillos a zarpas llenas.
Después de ocho años de abusivo uribismo, la presencia de Antanas en la Casa de Nariño sería como una brisa renovadora y refrescante, que contribuiría enormemente a purificar el aire viciado que se ha acumulado en el palacio presidencial durante casi una década.
Pero, sobre todo, la oportunidad de ver en acción a un personaje capaz de imprimirle un cambio fundamental a la administración pública colombiana, así como lo hizo con Santafé de Bogotá cuando fue su alcalde, dejando a la ciudad con un superhábit de recursos financieros tan cuantioso que permitió a su sucesor, Enrique Peñalosa, emprender las obras que transformaron tan positivamente la cara de esta urbe.
Antanas representa la posibilidad de que la política en nuestro país pase por fin del kindergarten a la primaria.
Y quizá, si tuviera la oportunidad de aprovechar la puerta abierta por la reelección para ejercer durante un doble periodo, hasta de alcanzar el bachillerato, porque uno de los énfasis de su gestión ha sido precisamente la de dejar en claro que la política no es, o no debe ser, un asunto de otros, sino de todos, de todos los colombianos, y que ésta no se limita a depositar un voto y "chao", hasta las próximas elecciones.
El hecho de que una de sus más marcadas desventajas para tener éxito en la contienda presidencial sea el de que “no tiene a las maquinarias a su favor” es, precisamente, la mejor evidencia a favor de su conveniencia como presidente. Y no hablo de lo que le convenga a él, sino a todos.
Porque, ¿para que nos han servido esas maquinarias a los colombianos?
Pues para ver cómo la política se convierte en una feria de contratos repartidos entre los amigos, en un vergonzoso instrumento de soborno y chantaje.
Hagámonos una pregunta: ¿a quien le temen más los corruptos que han vivido durante años ordeñando al país gracias a esas “maquinarias”?
Evidentemente, a Antanas. Él es una pesadilla para todos esos artistas del serrucho que pululan entre nuestra fauna política. Votando por Antanas, los colombianos estarían votando por primera vez por ellos mismos, y no por las maquinarias.
¿Volveremos a tener una oportunidad como ésta? Pero, ante todo, ¿La aprovecharemos? ¿Podremos derrotar a las maquinarias que ya zumban al rojo vivo para perpetuarse en el poder?
¡Es posible! Claro que sí. Por favor, ya basta de pensar que “no le voy a dar mi voto a alguien que no tenga detrás a estas maquinarias porque entonces sería un voto perdido”: ésta es precisamente la mejor arma que tienen las maquinarias a su favor.
No les hagamos el juego. En las próximas elecciones presidenciales: todos por Antanas. Pongámonos el uniforme de súperciudadanos.
Yo les recomiendo a todos esos votantes aquejados por sus despensas y neveras vacías que reciban el dinero que les van a ofrecer las maquinarias a cambio de su voto para hacer la compra del mes y luego marquen el tarjetón a favor de Antanas. Sería una justa zancadilla para quienes se la han pasado toda su vida haciéndonos zancadillas. Ya era hora.
Y a los que tienen despensa y nevera llenas o medio llenas, que venzan su apatía y su pereza: cada voto cuenta.
Por primera vez tenemos la oportunidad de votar no por el menos peor, sino por uno realmente bueno.
Punto aparte: Me parece cívicamente contraindicado referirse a la matanza de indigentes en Santa Marta como limpieza social, sin ponerle al menos unas vistosas comillas a esta expresión cuando se utiliza para titular una noticia de prensa. El asesinato no tiene nada de “limpio”. La vedadera "limpieza" sería capturar y condenar cuanto antes a los asesinos.
sábado, 20 de marzo de 2010
viernes, 12 de marzo de 2010
Escasez de huevos en la Región Caribe
"La mayor parte de los problemas provienen de las oportunidades perdidas. La otra cara de todo problema es una solución" - Mark Lakeman (1966- ), arquitecto ecoactivista.
El 89% del presupuesto nacional lo maneja la Nación, mientras que a los departamentos solo les corresponde el 4%. Grave desequilibrio.
Y si se tiene en cuenta que el 20% del 89% que maneja la nación se destina a la guerra, el desequilibrio se hace aún más acentuado, no sólo para la Región Caribe sino para todo el país.
El ejemplo más escandaloso es que lo asignado del Producto Bruto Interno (PIB) a la “Defensa y Seguridad”, 14,2%, supera el de Educación, 13,9%.
El nefasto gobierno que aún tenemos le ha apostado a las balas y a los fusiles antes que a los maestros y escuelas o universidades, profundizando así las condiciones de miseria que a su vez son la causa de la violencia y de la ignorancia, en un círculo tan vicioso como macabro, que nos obliga a empeñar nuestro futuro a inmediato, mediano y largo plazo para financiar la guerra.
Los anglosajones tienen un dicho muy sabio como fórmula para desembrollar entuertos: Follow the money, es decir: si quieres hallar a los culpables de cualquier canallada, sólo tienes que seguir la pista del dinero que hay en juego.
En este caso, siguiéndole la pista al dinero de nuestro presupuesto, vemos que éste no se esfuma, no. Simplemente es transferido a las arcas gringas, que a cambio de él nos envían sus armas obsoletas, los saldos sobrantes de su producción bélica.
La decisión de crear una Región Caribe con mayor autonomía será puesta en manos de los 6.400.000 habitantes habilitados para votar en esta región durante las elecciones para Cámara y Senado del domingo.
Es de esperarse una aceptación masiva a la propuesta, pero, una vez dado este paso, ¿qué nos espera a los habitantes de la región, votantes o no?
Mucho me temo que más de lo mismo: promesas incumplidas. Porque para que la propuesta se traduzca en acciones efectivas encaminadas a que la Región Caribe goce de una mayor autonomía no se necesita solamente el voto masivo a favor de esta iniciativa, sino un factor que brilla incandescentemente por su ausencia entre la clase dirigente de esta región: HUEVOS.
Es de esperarse también, entonces, que la mayor parte de nuestros representantes caribes ceda al encanto de los contratos graciosamente otorgados desde Bogotá, a las prebendas que favorezcan a sus firmas de ingeniería, a cambio de torpedear o ponerle zancadillas a la rueda del fortalecimiento regional. Ya veremos.
Punto aparte: ¿Cuántos corones logran los narcotraficantes cuando a sus fiestas privadas asisten los coroneles de la patria?
El 89% del presupuesto nacional lo maneja la Nación, mientras que a los departamentos solo les corresponde el 4%. Grave desequilibrio.
Y si se tiene en cuenta que el 20% del 89% que maneja la nación se destina a la guerra, el desequilibrio se hace aún más acentuado, no sólo para la Región Caribe sino para todo el país.
El ejemplo más escandaloso es que lo asignado del Producto Bruto Interno (PIB) a la “Defensa y Seguridad”, 14,2%, supera el de Educación, 13,9%.
El nefasto gobierno que aún tenemos le ha apostado a las balas y a los fusiles antes que a los maestros y escuelas o universidades, profundizando así las condiciones de miseria que a su vez son la causa de la violencia y de la ignorancia, en un círculo tan vicioso como macabro, que nos obliga a empeñar nuestro futuro a inmediato, mediano y largo plazo para financiar la guerra.
Los anglosajones tienen un dicho muy sabio como fórmula para desembrollar entuertos: Follow the money, es decir: si quieres hallar a los culpables de cualquier canallada, sólo tienes que seguir la pista del dinero que hay en juego.
En este caso, siguiéndole la pista al dinero de nuestro presupuesto, vemos que éste no se esfuma, no. Simplemente es transferido a las arcas gringas, que a cambio de él nos envían sus armas obsoletas, los saldos sobrantes de su producción bélica.
La decisión de crear una Región Caribe con mayor autonomía será puesta en manos de los 6.400.000 habitantes habilitados para votar en esta región durante las elecciones para Cámara y Senado del domingo.
Es de esperarse una aceptación masiva a la propuesta, pero, una vez dado este paso, ¿qué nos espera a los habitantes de la región, votantes o no?
Mucho me temo que más de lo mismo: promesas incumplidas. Porque para que la propuesta se traduzca en acciones efectivas encaminadas a que la Región Caribe goce de una mayor autonomía no se necesita solamente el voto masivo a favor de esta iniciativa, sino un factor que brilla incandescentemente por su ausencia entre la clase dirigente de esta región: HUEVOS.
Es de esperarse también, entonces, que la mayor parte de nuestros representantes caribes ceda al encanto de los contratos graciosamente otorgados desde Bogotá, a las prebendas que favorezcan a sus firmas de ingeniería, a cambio de torpedear o ponerle zancadillas a la rueda del fortalecimiento regional. Ya veremos.
Punto aparte: ¿Cuántos corones logran los narcotraficantes cuando a sus fiestas privadas asisten los coroneles de la patria?
martes, 9 de febrero de 2010
En el Día del Periodista: homenaje al colaborador silencioso
"¿La diferencia entre la escuela y la vida? En la escuela, te enseñan una lección y luego te hacen un examen. En la vida, te hacen un examen que te enseña una lección" - Tom Bodett (1955 - ), escritor estadounidense.
En este Día del Periodista: un homenaje a los colaboradores silenciosos que hasta hoy han resultado vitales para el periodismo tal como se ejerce en nuestro país. Es decir, a los conductores que trabajan para la redacción de los diarios y noticieros.
Y digo “hasta hoy”, porque mucho me temo factible que, tal como en otras partes del mundo, los responsables de las finanzas terminen por decidir que resulta más barato alquilar el transporte para sus reporteros que mantener para ellos una plantilla propia de conductores y una flotilla de vehículos.
Esto representaría una gran pérdida. Recuerdo más de un reportaje que nunca hubiera pordido hacer de no haber sido por la experiencia de algún conductor, y no me refiero sólo a su arrojo y pericia al volante, o su profundo conocimiento del mapa de la ciudad y sus atajos, sino a que, tras años de acompañar a los reporteros en sus labores diarias, estas personas llegan a desarrollar un sentido propio del ejercicio del oficio, y una visión cercana y profunda del mismo, que sencillamente es imposible adquirir en una universidad, por muchos títulos que se hayan obtenido.
De los tiempos en que yo era un recién egresado y tuve la oportunidad de comenzar a trabajar para este diario, recuerdo las inapreciables lecciones que sobre mi propia profesión me dio Pedro Acosta, quien ya había pasado 15 años llevando y trayendo periodistas de El Heraldo y antes había sido linotipista del ya dos veces desaparecido Diario del Caribe. Para entonces, Pedro tenía edad suficiente como para ser mi abuelo, y en ocasiones se portaba como tal.
A veces, mientras recorríamos las trochas y veredas de los asentamientos humanos más apartados del Departamento del Atlántico, cuyos municipios eran mi responsabilidad informativa por aquellos días, Pedro detenía el vehículo (una camioneta LUV de 4 puertas o un jeep Suzuki, por lo general), y me dirigía una mirada cargada de reproche, diciéndome: “ajá, huevoncito, ¿no vas a hacer la foto?”.
Entonces yo sabía que algo se me estaba escapando –algo que a Pedro le parecía importante–, y miraba a mi alrededor sin descubrir en el paisaje nada que me a mí me resultara noticiosamente interesante.
Ante mi despiste, ignorancia o simple falta de experiencia, él simulaba enfadarse conmigo y terminaba haciéndome ver que el cauce de un un arroyo estaba cegado ilegalmente por algún terrateniente de Repelón, impidiendo que el agua regara las parcelitas de un caserío vecino; que los niveles de alguna ciénaga de Piojó eran históricamente bajos, o muy altos para la temporada; que ya había comenzado la cosecha de ciruela en Campeche, o que se había retrasado ese año.
“Yo puedo manejar a través de todo el Departamento, desde Puerto Colombia hasta Campo de la Cruz, sólo por trochas y sin utilizar para nada ni una carretera”, podía presumir Pedro cuando yo regresaba al vehículo, después de hacer la foto de lo que él me había revelado.
Y era verdad que podía hacerlo, pero yo sabía que lo decía sólo para que le respondiera que yo no le creía ni una sola palabra (para decirlo aquí suavemente), cosa de iniciar una discusión en la que él me amenazaba con contarle “al Director” que yo era un fraude y un fracaso como periodista, y yo diciéndole a él que era un viejo gagá.
¿Por qué no pides de una vez la jubilación?, le preguntaba, a pesar de que ambos sabíamos perfectamente que el valor de su información y de su experiencia acababa de quedar, una vez más, sobradamente demostrado, y que había dejado entre mis manos la semilla de un nuevo reportaje.
Es disparatado, por motivos de espacio, mencionar por su nombre, apellido o apodo a cada uno de estos maestros que he tenido la suerte de conocer a lo largo de mi vida profesional en las miles de horas que he pasado sentado al lado de ellos en un vehículo o frente a una botella, y a todos les estoy profundamente agradecido.
Pedro Acosta es simplemente el mejor ejemplo que recuerdo de lo que intento expresar en este texto. Me enseñó más de mi ocupación actual que varios profesores universitarios, y ninguna universidad ni título me podría haber enseñado lo mismo que él.
Pienso que precisamente en estos tiempos, cuando las facultades de periodismo cierran sus puertas a profesionales con una experiencia que podría servir de mucho a sus alumnos por el hecho de que estos profesionales no tienen en su currículum un postgrado, resulta más que justo hacerles un homenaje a todos aqullos fieles colaboradores en este día, el Día del Periodista (9 de febrero y no 4 de agosto, como pretende Uribe), por el enorme aporte que a través de los años han hecho a este oficio, engradeciéndolo.
Sigue este blog en El Heraldo.
En este Día del Periodista: un homenaje a los colaboradores silenciosos que hasta hoy han resultado vitales para el periodismo tal como se ejerce en nuestro país. Es decir, a los conductores que trabajan para la redacción de los diarios y noticieros.
Y digo “hasta hoy”, porque mucho me temo factible que, tal como en otras partes del mundo, los responsables de las finanzas terminen por decidir que resulta más barato alquilar el transporte para sus reporteros que mantener para ellos una plantilla propia de conductores y una flotilla de vehículos.
Esto representaría una gran pérdida. Recuerdo más de un reportaje que nunca hubiera pordido hacer de no haber sido por la experiencia de algún conductor, y no me refiero sólo a su arrojo y pericia al volante, o su profundo conocimiento del mapa de la ciudad y sus atajos, sino a que, tras años de acompañar a los reporteros en sus labores diarias, estas personas llegan a desarrollar un sentido propio del ejercicio del oficio, y una visión cercana y profunda del mismo, que sencillamente es imposible adquirir en una universidad, por muchos títulos que se hayan obtenido.
De los tiempos en que yo era un recién egresado y tuve la oportunidad de comenzar a trabajar para este diario, recuerdo las inapreciables lecciones que sobre mi propia profesión me dio Pedro Acosta, quien ya había pasado 15 años llevando y trayendo periodistas de El Heraldo y antes había sido linotipista del ya dos veces desaparecido Diario del Caribe. Para entonces, Pedro tenía edad suficiente como para ser mi abuelo, y en ocasiones se portaba como tal.
A veces, mientras recorríamos las trochas y veredas de los asentamientos humanos más apartados del Departamento del Atlántico, cuyos municipios eran mi responsabilidad informativa por aquellos días, Pedro detenía el vehículo (una camioneta LUV de 4 puertas o un jeep Suzuki, por lo general), y me dirigía una mirada cargada de reproche, diciéndome: “ajá, huevoncito, ¿no vas a hacer la foto?”.
Entonces yo sabía que algo se me estaba escapando –algo que a Pedro le parecía importante–, y miraba a mi alrededor sin descubrir en el paisaje nada que me a mí me resultara noticiosamente interesante.
Ante mi despiste, ignorancia o simple falta de experiencia, él simulaba enfadarse conmigo y terminaba haciéndome ver que el cauce de un un arroyo estaba cegado ilegalmente por algún terrateniente de Repelón, impidiendo que el agua regara las parcelitas de un caserío vecino; que los niveles de alguna ciénaga de Piojó eran históricamente bajos, o muy altos para la temporada; que ya había comenzado la cosecha de ciruela en Campeche, o que se había retrasado ese año.
“Yo puedo manejar a través de todo el Departamento, desde Puerto Colombia hasta Campo de la Cruz, sólo por trochas y sin utilizar para nada ni una carretera”, podía presumir Pedro cuando yo regresaba al vehículo, después de hacer la foto de lo que él me había revelado.
Y era verdad que podía hacerlo, pero yo sabía que lo decía sólo para que le respondiera que yo no le creía ni una sola palabra (para decirlo aquí suavemente), cosa de iniciar una discusión en la que él me amenazaba con contarle “al Director” que yo era un fraude y un fracaso como periodista, y yo diciéndole a él que era un viejo gagá.
¿Por qué no pides de una vez la jubilación?, le preguntaba, a pesar de que ambos sabíamos perfectamente que el valor de su información y de su experiencia acababa de quedar, una vez más, sobradamente demostrado, y que había dejado entre mis manos la semilla de un nuevo reportaje.
Es disparatado, por motivos de espacio, mencionar por su nombre, apellido o apodo a cada uno de estos maestros que he tenido la suerte de conocer a lo largo de mi vida profesional en las miles de horas que he pasado sentado al lado de ellos en un vehículo o frente a una botella, y a todos les estoy profundamente agradecido.
Pedro Acosta es simplemente el mejor ejemplo que recuerdo de lo que intento expresar en este texto. Me enseñó más de mi ocupación actual que varios profesores universitarios, y ninguna universidad ni título me podría haber enseñado lo mismo que él.
Pienso que precisamente en estos tiempos, cuando las facultades de periodismo cierran sus puertas a profesionales con una experiencia que podría servir de mucho a sus alumnos por el hecho de que estos profesionales no tienen en su currículum un postgrado, resulta más que justo hacerles un homenaje a todos aqullos fieles colaboradores en este día, el Día del Periodista (9 de febrero y no 4 de agosto, como pretende Uribe), por el enorme aporte que a través de los años han hecho a este oficio, engradeciéndolo.
Sigue este blog en El Heraldo.
Etiquetas:
aprendizaje,
experiencia,
periodismo,
postgrados,
universidad,
viejos tiempos
miércoles, 3 de febrero de 2010
Carta abierta a Álvaro Uribe
Señor
Álvaro Uribe Vélez
Presidente de los colombianos,
La presente tiene ante todo como objeto transmitirle la inquietud que me produce advertir que en su plan de recompensas para universitarios delatores no se especifica por ninguna parte si los egresados o graduados de la educación superior colombiana tienen el mismo derecho a gozar de similares beneficios al convertirse en sapos.
También debo expresarle mi rotundo rechazo a que únicamente los estudiantes de las universidades de Medellín puedan beneficiarse de este batracio subsidio gubernamental.
Señor presidente, me temo que muchos compatriotas podrán tomarse esta esta injusta exclusión como un evidente síntoma de favorecimiento hacia sus coterráneos paisas, una muestra de regionalismo que el gobierno nacional no debería de ninguna manera fomentar.
Doctor Uribe, por otra parte, ¿no sería posible ofrecer un poco más de platica? Mire que con los 100.000 pesos que usted me ofrece para cada mes, traducidos a euros (yo vivo, actualmente, en Madrid), no voy a poder pagar ni siquiera un almuerzo para dos personas en La Rochela, el restaurante colombiano del barrio.
En cuanto a lo sustancioso de la información en mi poder, le adelanto que sólo recuerdo, por ese precio, a una estudiante que sospechosamente se vestía de rojo frecuentemente, a lo Chávez.
Conozco al menos otros dos compañeros de estudios de entonces que hicieron trampa para evadir el servicio militar y anunciaban su voto por Navarro Wolf. Y a otro que, también sospechosamente, siempre se ponía de parte de los colombianos de estrato uno y dos en las discusiones en el salón de clases y además decía cosas terribles del ex presidente Gaviria.
Confío en que sabrá apreciar el valor esta información. Yo le cuento, porque pienso que quizá pueda resultarle interesante. Al fin y al cabo, por cosas semejantes ya han sido empapelados tantos colombianos que en paz descansen.
Previendo que la expresión de mi inquietud y mi rechazo conduzca a que se le dé una participación verdaderamente democrática a los egresados o graduados universitarios de toda Colombia --incluyendo a aquellos que han emigrado--, así como a que reconsidere usted el monto de la cifra ofrecida, aprovecho para preguntarle por el número de la línea abierta al público para recibir denuncias y también adónde puedo enviarle los datos de mi cuenta bancaria.
No sé a qué despacho debo dirigirme para obtener esta información, pero para estas alturas me imagino que ya habrá considerado la posibilidad de crear un Ministerio de Recompensas, ya que su gobierno es tan amigo de utilizar de esta astuta manera la plata de los colombianos.
Por favor, doctor presidente, mientras usted se va pensando lo del aumentico, ¿puede ir haciendo que me vayan consignando puntualmente cada mes los 36 euritos?.
Y yo voy tirando cabeza, a ver qué más le cuento.
P. D: No haga usted caso de las denuncias hechas por HRW en relación con la “tolerancia” demostrada por su gobierno hacia las “nuevas bandas criminales”. Todos los colombianos ya sabemos que no son nuevas.
Álvaro Uribe Vélez
Presidente de los colombianos,
La presente tiene ante todo como objeto transmitirle la inquietud que me produce advertir que en su plan de recompensas para universitarios delatores no se especifica por ninguna parte si los egresados o graduados de la educación superior colombiana tienen el mismo derecho a gozar de similares beneficios al convertirse en sapos.
También debo expresarle mi rotundo rechazo a que únicamente los estudiantes de las universidades de Medellín puedan beneficiarse de este batracio subsidio gubernamental.
Señor presidente, me temo que muchos compatriotas podrán tomarse esta esta injusta exclusión como un evidente síntoma de favorecimiento hacia sus coterráneos paisas, una muestra de regionalismo que el gobierno nacional no debería de ninguna manera fomentar.
Doctor Uribe, por otra parte, ¿no sería posible ofrecer un poco más de platica? Mire que con los 100.000 pesos que usted me ofrece para cada mes, traducidos a euros (yo vivo, actualmente, en Madrid), no voy a poder pagar ni siquiera un almuerzo para dos personas en La Rochela, el restaurante colombiano del barrio.
En cuanto a lo sustancioso de la información en mi poder, le adelanto que sólo recuerdo, por ese precio, a una estudiante que sospechosamente se vestía de rojo frecuentemente, a lo Chávez.
Conozco al menos otros dos compañeros de estudios de entonces que hicieron trampa para evadir el servicio militar y anunciaban su voto por Navarro Wolf. Y a otro que, también sospechosamente, siempre se ponía de parte de los colombianos de estrato uno y dos en las discusiones en el salón de clases y además decía cosas terribles del ex presidente Gaviria.
Confío en que sabrá apreciar el valor esta información. Yo le cuento, porque pienso que quizá pueda resultarle interesante. Al fin y al cabo, por cosas semejantes ya han sido empapelados tantos colombianos que en paz descansen.
Previendo que la expresión de mi inquietud y mi rechazo conduzca a que se le dé una participación verdaderamente democrática a los egresados o graduados universitarios de toda Colombia --incluyendo a aquellos que han emigrado--, así como a que reconsidere usted el monto de la cifra ofrecida, aprovecho para preguntarle por el número de la línea abierta al público para recibir denuncias y también adónde puedo enviarle los datos de mi cuenta bancaria.
No sé a qué despacho debo dirigirme para obtener esta información, pero para estas alturas me imagino que ya habrá considerado la posibilidad de crear un Ministerio de Recompensas, ya que su gobierno es tan amigo de utilizar de esta astuta manera la plata de los colombianos.
Por favor, doctor presidente, mientras usted se va pensando lo del aumentico, ¿puede ir haciendo que me vayan consignando puntualmente cada mes los 36 euritos?.
Y yo voy tirando cabeza, a ver qué más le cuento.
P. D: No haga usted caso de las denuncias hechas por HRW en relación con la “tolerancia” demostrada por su gobierno hacia las “nuevas bandas criminales”. Todos los colombianos ya sabemos que no son nuevas.
sábado, 30 de enero de 2010
Ajá, ¿y dónde está Bin Laden?
"¡Oh!, y, ahora, ¿quién podrá defendernos?" - fórmula popular empleada por quienes piden ayuda al Chapulín Colorado.
No es lo mismo en cuanto a la gravedad de sus consecuencias pero, tal como en el caso de la invasión y guerra contra Irak –basadas ambas en pruebas fabricadas y documentos mal adulterados, copiados del proyecto de tesis de un estudiante universitario– los servicios de inteligencia estadounidenses han vuelto a meter la pata, garrafalmente.
Su última genialidad fue utilizar la fotografía de Gaspar Llamazares, diputado español por Izquierda Unida (IU), para componer una imagen del aspecto que, según la susodicha inteligencia, tendría en estos momentos el terrorista más buscado del mundo, y luego presentársela al mundo entero como lo último en tecnología de identificación y reconocimiento de criminales.
Pero, oh, sorpresa: una búsqueda en Imágenes de Google y unas capas de Photoshop, éste fue el barato e ingenioso recurso utilizado por el FBI (una de las agencias de seguridad que gozan del mayor presupuesto del mundo para sus investigaciones y operaciones), con el fin de elucubrar la pinta actualizada de Osama Bin Laden.
Al menos esta es la versión que intenta hacer que pase por explicación un condescendiente delegado de la embajada estadounidense en España al admitir la manipulación de su foto y pedirle disculpas al diputado Llamazares.
Si los del FBI se hubieran quedado callados tal vez nadie se hubiera dado cuenta pero, con este oso tan embarazoso, al público le queda ahora claro que, después de todo este tiempo, realmente no tienen la más mínima idea de la apariencia que tiene Osama Bin Laden, y que por algún motivo están dispuestos a mentirnos sobre ello.
Tal vez no nos mienten, y por lo menos sabemos que creen que el hombre más buscado del mundo se parece a Gaspar Llamazares, aunque el dirigente ibérico asegure que él mismo no encuentra ningún parecido entre él y el famoso terrorista internacional.
A la ignorancia y a la improvisación se suma, por si fueran poca cosa, la falta de originalidad.
Porque (y esto ya parece de chiste) la misma foto del diputado, al que los diarios gringos califican como un político “de extrema izquierda” (en realidad, en Europa ya no existe la extrema izquierda como opción política), fue empleada también por el FBI para crear la imagen que supuestamente tiene en la actualidad un ciudadano libio sospechoso de terrorismo.
“No creo que se haya llegado por casualidad a mi imagen en Google, dos veces”, comentó Llamazares, mostrando su lógico disgusto y su preocupación tanto por el hecho de que, efectivamente, no se trate de un incidente fortuito –ya que esto implicaría que detrás de todo existe una intención claramente perversa y “de sectarismo ideológico”– como por la posibilidad de que sea producto de un vulgar error de corta y pega.
No añade nada de seriedad a este asunto el hecho de que, casualmente, la foto de Llamazares haya sido usada desde 2008 en un video colgado en Youtube por un artista mexicano del Photoshop para ilustrar la manera de manipular con este programa la imagen de una persona para dejarla totalmente calva.
Atribuir esto a una casualidad resulta, digamos, ¿descabellado?
Los terroristas del mundo entero tampoco podrán creerlo, semejante tomadura de pelo, ¿cómo es posible tanta incompetencia? Es difícil no imaginar a Bin Laden, si aún vive (y si los videos que vemos de él de vez en cuando no son un montaje o hechos con un doble), riendo a carcajadas en alguna de las cuevas desde las que dirigiría sus peligrosas redes de terror.
Infortunadamente para muchos, muchísimos otros, esto no es un asunto de risa.
Primero, por lo más elemental: ¿en manos de quién está eso que tan eufemísticamente insistimos en llamar “seguridad”?
Segundo, por lo inaudito que resulta el desperdicio de recursos, de tiempo, de dinero y de costosas (aunque por lo visto no tan brillantes) mentes puestas al servicio de una patraña. No hay derecho a que los impuestos se traduzcan en esto. ¿Cuánto cobrará de sueldo este otro genio del Photoshop en el FBI?
Y también, por último, porque de atropellos como el practicado contra Llamazares es víctima a diario el ciudadano anónimo, el común y corriente, ese que no tiene los medios para que las cámaras de la televisión recojan después su protesta.
Al diputado español lo afectaron en su imagen, y eso está mal.
Pero esta incompetencia burocrática tiene el potencial de aplastar y arruinar las vidas de muchos, de triturarlas indiferentemente entre sus fríos engranajes. Y eso es terrorífico.
Y, a todas éstas, ¿dónde diablos está Bin Laden?
Ya son casi 10 años de búsqueda, decenas de aldeas y pueblos arrasados, cientos de cavernas bombardeadas, y nada: el tipo no aparece por ningún lado.
Pero exista o no exista Bin Laden, esté vivo o muerto, su presencia es inamovible del nicho que gracias a los medios le hemos fabricado en el imaginario colectivo, en donde su imagen se encuentra tan profundamente implantada como un mandala que enciende las alarmas de un mundo aterrorizado por los antiterroristas.
Y con despliegues de inteligencia como el que hemos presenciado, ¿habrá oportunidades de capturarlo algún día?
Parece que no. Ni si las pintan calvas.
Punto aparte: la definición de “monstruoso”, según el DRAE, es:
monstruoso, sa.
(Del lat. monstruosus).
1. adj. Contrario al orden de la naturaleza.
2. adj. Excesivamente grande o extraordinario en cualquier línea.
3. adj. Muy feo.
4. adj. Enormemente vituperable o execrable.
Una definición alternativa para la misma palabra: que hasta los idiotas útiles o responsables de poca monta (a los pesados nunca los cogerán) en el asunto de los “falsos positivos” (léase: fríos asesinatos en masa) estén saliendo libres por las trabas que interponen sus abogados para que expiren los términos de los procesos legales, en uno de los casos de infamia más asquerosos de los que se tenga noticia en la historia nacional. ¿Acaso el hecho de que las víctimas de estas atrocidades sean del pueblo raso impide que se invoque la figura de “crímenes de lesa humanidad” para que no prescriban los procesos?
Seguir este blog en El Heraldo.
No es lo mismo en cuanto a la gravedad de sus consecuencias pero, tal como en el caso de la invasión y guerra contra Irak –basadas ambas en pruebas fabricadas y documentos mal adulterados, copiados del proyecto de tesis de un estudiante universitario– los servicios de inteligencia estadounidenses han vuelto a meter la pata, garrafalmente.
Su última genialidad fue utilizar la fotografía de Gaspar Llamazares, diputado español por Izquierda Unida (IU), para componer una imagen del aspecto que, según la susodicha inteligencia, tendría en estos momentos el terrorista más buscado del mundo, y luego presentársela al mundo entero como lo último en tecnología de identificación y reconocimiento de criminales.
Pero, oh, sorpresa: una búsqueda en Imágenes de Google y unas capas de Photoshop, éste fue el barato e ingenioso recurso utilizado por el FBI (una de las agencias de seguridad que gozan del mayor presupuesto del mundo para sus investigaciones y operaciones), con el fin de elucubrar la pinta actualizada de Osama Bin Laden.
Al menos esta es la versión que intenta hacer que pase por explicación un condescendiente delegado de la embajada estadounidense en España al admitir la manipulación de su foto y pedirle disculpas al diputado Llamazares.
Si los del FBI se hubieran quedado callados tal vez nadie se hubiera dado cuenta pero, con este oso tan embarazoso, al público le queda ahora claro que, después de todo este tiempo, realmente no tienen la más mínima idea de la apariencia que tiene Osama Bin Laden, y que por algún motivo están dispuestos a mentirnos sobre ello.
Tal vez no nos mienten, y por lo menos sabemos que creen que el hombre más buscado del mundo se parece a Gaspar Llamazares, aunque el dirigente ibérico asegure que él mismo no encuentra ningún parecido entre él y el famoso terrorista internacional.
A la ignorancia y a la improvisación se suma, por si fueran poca cosa, la falta de originalidad.
Porque (y esto ya parece de chiste) la misma foto del diputado, al que los diarios gringos califican como un político “de extrema izquierda” (en realidad, en Europa ya no existe la extrema izquierda como opción política), fue empleada también por el FBI para crear la imagen que supuestamente tiene en la actualidad un ciudadano libio sospechoso de terrorismo.
“No creo que se haya llegado por casualidad a mi imagen en Google, dos veces”, comentó Llamazares, mostrando su lógico disgusto y su preocupación tanto por el hecho de que, efectivamente, no se trate de un incidente fortuito –ya que esto implicaría que detrás de todo existe una intención claramente perversa y “de sectarismo ideológico”– como por la posibilidad de que sea producto de un vulgar error de corta y pega.
No añade nada de seriedad a este asunto el hecho de que, casualmente, la foto de Llamazares haya sido usada desde 2008 en un video colgado en Youtube por un artista mexicano del Photoshop para ilustrar la manera de manipular con este programa la imagen de una persona para dejarla totalmente calva.
Atribuir esto a una casualidad resulta, digamos, ¿descabellado?
Los terroristas del mundo entero tampoco podrán creerlo, semejante tomadura de pelo, ¿cómo es posible tanta incompetencia? Es difícil no imaginar a Bin Laden, si aún vive (y si los videos que vemos de él de vez en cuando no son un montaje o hechos con un doble), riendo a carcajadas en alguna de las cuevas desde las que dirigiría sus peligrosas redes de terror.
Infortunadamente para muchos, muchísimos otros, esto no es un asunto de risa.
Primero, por lo más elemental: ¿en manos de quién está eso que tan eufemísticamente insistimos en llamar “seguridad”?
Segundo, por lo inaudito que resulta el desperdicio de recursos, de tiempo, de dinero y de costosas (aunque por lo visto no tan brillantes) mentes puestas al servicio de una patraña. No hay derecho a que los impuestos se traduzcan en esto. ¿Cuánto cobrará de sueldo este otro genio del Photoshop en el FBI?
Y también, por último, porque de atropellos como el practicado contra Llamazares es víctima a diario el ciudadano anónimo, el común y corriente, ese que no tiene los medios para que las cámaras de la televisión recojan después su protesta.
Al diputado español lo afectaron en su imagen, y eso está mal.
Pero esta incompetencia burocrática tiene el potencial de aplastar y arruinar las vidas de muchos, de triturarlas indiferentemente entre sus fríos engranajes. Y eso es terrorífico.
Y, a todas éstas, ¿dónde diablos está Bin Laden?
Ya son casi 10 años de búsqueda, decenas de aldeas y pueblos arrasados, cientos de cavernas bombardeadas, y nada: el tipo no aparece por ningún lado.
Pero exista o no exista Bin Laden, esté vivo o muerto, su presencia es inamovible del nicho que gracias a los medios le hemos fabricado en el imaginario colectivo, en donde su imagen se encuentra tan profundamente implantada como un mandala que enciende las alarmas de un mundo aterrorizado por los antiterroristas.
Y con despliegues de inteligencia como el que hemos presenciado, ¿habrá oportunidades de capturarlo algún día?
Parece que no. Ni si las pintan calvas.
Punto aparte: la definición de “monstruoso”, según el DRAE, es:
monstruoso, sa.
(Del lat. monstruosus).
1. adj. Contrario al orden de la naturaleza.
2. adj. Excesivamente grande o extraordinario en cualquier línea.
3. adj. Muy feo.
4. adj. Enormemente vituperable o execrable.
Una definición alternativa para la misma palabra: que hasta los idiotas útiles o responsables de poca monta (a los pesados nunca los cogerán) en el asunto de los “falsos positivos” (léase: fríos asesinatos en masa) estén saliendo libres por las trabas que interponen sus abogados para que expiren los términos de los procesos legales, en uno de los casos de infamia más asquerosos de los que se tenga noticia en la historia nacional. ¿Acaso el hecho de que las víctimas de estas atrocidades sean del pueblo raso impide que se invoque la figura de “crímenes de lesa humanidad” para que no prescriban los procesos?
Seguir este blog en El Heraldo.
Etiquetas:
Bin Laden,
FBI,
incompetencia,
Llamazares,
terrorismo
domingo, 17 de enero de 2010
Con milagros como éste, ¿quién necesita maldiciones?
Imagen: cualquier parecido con los efectos del terremoto es pura coincidencia. Esta imagen es de la tragedia antes de la tragedia.
"La Caridad es injuriosa a menos que ayude al receptor a liberarse de ella" - John D. Rockefeller (1839-1937), industrial estadounidense.
Todavía ayer los noticieros de televisión mostraban imágenes de personas rescatadas de debajo de toneladas de escombros en Haití, después de sobrevivir más de 72 horas sepultadas. Todos hablaban de milagros.
Pero no parece muy lógico ver milagros en nada de esto, al menos en caso de que estemos hablando de milagros divinos, los que, por cierto -- según creo--, son los únicos milagros que existen. Y cualquier participación de Dios en estos hechos sólo puede ser considerada delictiva.
Porque, al contrario de lo que ocurre en el caso de los milagros, lo que hay detrás de cada rescate es trabajo humano, duro y arriesgado.
¿O es que Debemos estar agradecidos por el hecho de que el Señor del Universo permita que un puñado de personas se salven entre las más de 200.000 que murieron cuando aquel señor decidió demostrar lo terrible que resulta el poder de su ira divina precisamente en el país más miserable del hemisferio?
Con milagros como éste, ¿quién necesita maldiciones?
¿Cuántas personas más murieron asfixiadas por la piedra y la oscuridad, esperando la ayuda horriblemente en vano? ¿Cuántas fueron inmediatamente aplastadas?
Los esfuerzos colectivos e individuales de los heroes que se dedican a rescatar a sus prójimos y aliviar a los sobrevivientes de esta tragedia son conmovedores, pero lo que se necesita para ayudar a Haití, una nación ya bastante destruida antes del terremoto, no son milagros ni oraciones sino menos hipocresía.
Entre los países que han enviado equipos de socorro, equipos médicos y materiales de supervivencia se encuentra Estados Unidos, perenne invasor de Haití y aliado descaradamente con los gobiernos que han favorecido los negocios de sus multinacionales a cambio de que El Imperio se haga de la vista gorda ante la corrupción, los abusos y horribles atropellos a los derechos humanos. A este respecto, cualquier parecido con Colombia no es mera casualidad.
Y también se ha hecho presente Francia, país que se las arregló para mantener viva en la práctica una esclavitud que oficialmente ya estaba abolida cuando las tropas galas se marcharon tras la independencia de la isla, exigiendo indemnizaciones económicas que los haitianos tuvieron que pagar durante ochenta años, so pena de un bloqueo militar y económico.
Ahí está también --¿cómo no?-- la ONU, que también ha desplegado en varias ocasiones sus tropas en Haití para reprimir las manifestaciones de descontento popular ante la injusticia social, como cuando disolvieron a bala las marchas que los haitianos organizaron para exigir a la oligarquía industrial que respetara una disposición, ya entonces aprobada en ambas cámaras legislativas, encaminada a incrementar el sueldo mínimo diario de los trabajadores de 2 a 5 dólares.
La colaboración y entrega de los cuerpos de socorro y equipos médicos y humanitarios, así como el trabajo de los ingenieros y de los servicios de suministro de agua potable y de alimentación, son vitales en este momento, pero para pasar sobre la barrera de hipocresía mencionada hay también iniciativas de fondo muy lógicas e interesantes.
Como la de la plataforma española ¿Quién debe a quién?, la cual le exige al gobierno la abolición inmediata de la “deuda” pendiente que por 30 millones de euros tiene Haití con España.
Y éste no es más que el primer paso entre muchísimos pasos que hay que dar, en caso de que en realidad el Primer Mundo quiera compensar a los hermanos haitianos por tantas décadas de oportunidades robadas sin misericordia.
Punto aparte: Hablando de misericordia, una perla soltada por José Munilla, el ultraconservador obispo de San Sebastián, en Euskadi. El religioso le recuerda a sus feligreses que “nuestra pobre situación espiritual” es “quizá un mal mayor” que el terrible drama que atraviesan millones de haitianos en este momento, y les recomienda a los vascos españoles o a los españoles vascos (por contradictorias que parezcan ambas expresiones para algunos) no desperdiciar lágrima sino, más bien, “llorar por nosotros”. Momento perfecto para decirlo, ¡no vayan a parar al extranjero las donaciones para el episcopado! ¿Tendrá televisor el obispo? En todo caso, el televisor sí que tiene obispos. Demasiados. Y algo (todo) me dice que el obispo también tiene televisor. Pantalla plana y más grande que el mío, pero que simplemente no sintonizamos los mismos programas. Y la sintonía es aquí, simplemente, una parte del problema.
Seguir este blog en El Heraldo.
jueves, 7 de enero de 2010
The will to struggle (spiritually talking)
Snow, rain, cold, in sum: a perfect day to just stay home and advance a few steps into that inner voyage we so forgetfully dismiss because we simply can't handle enough accurately well the steps we supposedly have to advance in our daily struggle to keep up with things related to what we so arbitrarily coincide in calling “reality”. Things! Tell anyone about them. Oh, the horrible things. The things which will happen and those which we miss (or mess) can be equally horrifying. Imagine your neighbor- from- next- door winning the Lotto with, say, 1, 19, 22, 27, 39, 46 when you had the 1, 19, 22, 27, 39, 47, for example, and you will be able to exquisitely appreciate the horribleness of that which WON'T happen to YOU. But this materialistic rant simply doesn't contribute to add so much steps into that inner and spiritual voyage I just mentioned a few lines ago. Doing yoga will? Sorry, Will? Will simply isn't home today.
Etiquetas:
horibleness,
spirit,
struggle,
things
Suscribirse a:
Entradas (Atom)